Mercado de Sonora.
Vendo libros usados
apoyado contra una pared;
observando a la gente,
alumbro tal o cual parábola
pero nadie se detiene:
apenas sí saludan, sonríen;
la mirada huye hacia un claro
sin retorno, inexistente;
Nadie compra.
Pero siguen ahí,
en mi boca,
compañía para caracoles
que extrañamente quieren decirse.