Reseña a “Música para un arjé”, de Antonio Arroyo Silva

“Música para un arjé” (Ediciones La Palma, 2021) es el libro más logrado de Antonio Arroyo Silva (La Palma, 1957), autor de 14 libros de poemas entre los cuales “Las horas muertas” recibió el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, en su edición del año 2019. Para aquellas personas que quisieran tomar un primer contacto con la obra de este poeta, recomendaría «Música para un arjé», no sin antes avisar de que la voz que leemos en este libro poco o nada tiene que ver con aquella voz del poeta en títulos anteriores. Es este hecho el que más llama la atención e intriga nada más comenzar el libro y aunque a medida que vamos leyendo comenzamos a «reconocer» al poeta que leíamos en otros libros anteriores, no por ello deja de ser una hecho llamativo.

La poesía que busca Antonio Arroyo Silva materializa versos de lenguaje sencillo que, no obstante, no ocultan el gusto del poeta por emplear palabras que extrañen al lector. Desde estas coordenadas iniciales, el poeta gusta de dar a sus poemas un tono que de cierta «épica emotiva» o de «altos sentimientos e ideas» que hacen pensar que las ideas del poeta acerca de la poesía y la creación literaria corresponden, de alguna manera, a un cierto clasicismo o tradicionalismo de la belleza. Es esta tendencia, imagen (¿espejismo?) o aspiración la que la que seduce al poeta hacia determinados exceso y distracciones. En otras palabras, si en los poemas de “Música para un arjé” reflejan una mirada, un pensamiento poético más contenido y sostenido en el tiempo del poema, y de aquello que lo fecunda, en comparación con otros libros del autor, también delatan que al poeta le cuesta resistirse a la palabra, el verso y la estrofa de más. A estos excesos añadimos varios poemas que facilmente sobran, atendiendo al conjunto del texto. sobrarían

Es cierto que estos excesos podrían entenderse también como otro tipo de distracciones pues el poeta, al escribir de más, se aparta del curso natural del poemta, buscando en ocasiones el verso o cierre ingenioso, o para alimentar una pretensión de profundidad que no ha ido alimentando desde el inicio del poema. Al retorcer el discurrir de las ideas del poema se abre la puerta a las contradicciones, a afirmar o exponer una idea y, acto seguido, su contraria sin que esta oposición haga parte de la tensión del poema. Y ya distraído, el poeta olvida despojarse de lo accesoria, desvía su atención a las afueras de la claridad de su pensamiento en el poeta.

El porqué de tales excesos y distracciones podríamos explicarlo si conociésemos el proceso de confección del libro y sus poemas; sabiendo, acaso, qué concesiones se hizo a sí mismo el poeta y cuándo cedió (si tiene conciencia de ello) ante la dependencia o cercanía emocional respecto a tal o cual texto o, simplemente, a sus apetitos o vanidades. Sin estas pistas, poco podemos hacer más que elucubrar acerca del compromiso del poeta con el hábito, perpetuo y necesario, de inquisición del poema, con el ritual de descortezarlo hasta que se muestra tal cual es, y no como querría el poeta.

Ya para terminar, desde un punto de vista «numérico, tras leer dos veces “Música para un arjé” el resultado es que el total de poemas con valoración neutra, floja o negativa duplica al número de aquellos poemas rotundos (4) y aceptables (8). De ahí que la lectura nos arroje a la paradójica sensación de tener la certeza de haber leído el libro más logrado del autor, aquel en el más se ha despojado de “vicios” y, al mismo tiempo, saber que el autor no fue capaz (tampoco en este libro) de continuar esa senda que abre con determinados poemas y que le habrían permitido dotar al libro de un mayor peso poético.

A continuación, una muestra de poemas del libro:

Anochecen también los artilugios.
Los árboles no están, ni los gorriones;
las palabras no llegan a la boca que las dice
ni al simple gesto
que las modifica. Alguien se va
con la lluvia, se va y vuelve árbol
o gorrión o palabra ya sin diente,
sin canto. Lluvia blanca, árbol negro,
¿dónde la sensación de izarlos
hasta el ahogo?

Anochecen también los artilugios
y la materia azul que los sostiene
al instante de ser inalterables.
Yo anochezco con ellos
por si al amanecer no le siguiera
un precario abandono.

***

Bébete el agujero y el musgo
azul de la mareta antes de saber
lo que es el agua, antes del ahogo
y la asfixia amarilla de la luz.

El eco quedará 
de ti temblando en una pausa,
mientras el agua cruje
bajo los pies del tiempo.

***

Agua de la sequía, ni la ausencia
te pudiera beber ni el pensamiento,
acaso, te pudiera pensar. Yo no sé
de ese hueso que el agua dejó 
en tierra, sus meandros, nervaduras,
esas huellas calizas de haber sido
el trasiego de muertes que llegaron
del mar. Cierro los ojos:
te veo en mis entrañas, no saciando.

Reseña a “La parte blanda”, de Sandra Santana

El poema sugiere su lectura, lectura que es fruto del encuentro demorado del autor con su poema cuando escribe, reescribe y revisa. Este acto de despojamiento apura esa mínima fracción de la realidad que percibe y vive el poeta, y que luego reelabora. Reelaborar así la experiencia desde el poema exige al poeta navegar una serie de presencias y ausencias, escogerlas para el texto, disponiendo así una u otra lógica de «espacios» con ese margen de silencios y saltos que es capaz de asumir. El poema, para mantener su lectura, acepta solamente aquellos saltos de sentido, cognitivos y de ritmo de lectura que «congenian» con él y que extienden los límites de sus afueras. Tras ese encuentro o unión, el poema habrá ganado otras lecturas posibles; no perfectas, pero efectivas.

En este juego de tensiones o lecutras se mueven, con acierto generalizado los poemas de “La parte blanda” de Sandra Santana, publicado por Pre-Textos, en 2022, dentro de su Colección La Cruz del Sur. Este libro reúne poemas de temática diversa y que ofrecen una sugerente variedad de lecturas, tanto en la manera de leerlos como en sus sentidos. Encontramos textos de crítica social, metalingüísticos pero, ante todo, sugerentes, escritos para una lectura pausada, exigente, que nos permita el tiempo y el espacio suficientes para atender sus intrigas y desvelos. La lectura de cada poema, el «cómo» leerlos, se identifica con naturalidad e incluso en aquellos poemas donde tal lectura no se identifica con claridad, entendemos que forma parte de la idiosincrasia del poema. De alguna manera, estas “interferencias” o “ruidos” quieren atraer nuestra mirada hacia determinadas palabras o versos, obligándonos a interpelarlos directamente.

«La parte banda» ofrece una mirada crítica hacia diferentes aspectos sociales y antropológicos que, incluso desde una lectura o sentido reivindicativo logran mantener su rumbo poético, sin entregarse a los excesos ni el eslogan que, más que añadir sentidos, claridad y hondura provocan apenas ruido cuando dominan la escritura. Esta distancia que navega Sandra Santos permite a los poemas mantener un personal equilibrio entre el pensamiento poético y el pensamiento crítico en un conjunto que apenas sí tropieza en unos pocos textos, bien por inacabados o de cierre demasiado abierto, bien por mostrar un acabado excesivamente críptica dentro del conjunto del libro. Con todo, una lectura recomendable, y una autora a la que esperar.

A continuación, una muestra de poemas del libro:

Que a todos
os pertenece
la fragilidad.

Que a todos os canta
secreta
una melodía triste
a veces.

Que a todos os hizo hervir
el corazón
con su aleteo
a veces.

***
Mirad esa línea
invisible
que descubre en el cielo
el vuelo del ave:

algo os empuja más fácilmente
a esta palabra
que
a la otra.

***
La misma distancia
separa el puño
y la palma de la mano,
la hoja de papel
sobre la mesa
y ese avión
que sobrevuela las cabezas
de los niños en clase.

También los pliegues
os atraviesan
y transforman.

***
Ya se ha dicho antes:
la palabra circunda el vacío.

Ya se ha dicho antes,

no nace
de la abundancia
del corazón,
sino de la carencia
que asedia la boca.

Dar crítica por liebre

Rara vez podrá encontrarse en el medio literario de Canarias un crítica literaria que sea, como el propio adjetivo indica, una crítica respecto al libro que es objeto de su lectura y análisis. Eso ya lo sabemos. Se estila, eso sí, la reseña promocional y de amigo. Y esto, también lo sabemos. Estas reseñas satisfacen, exclusivamente, el objetivo de difundir la noticia de tal o cual nuevo libro, resaltando para ello las virtudes que el editor, el periodista cultural o amigo del escritor o escritora consideren pertinente; también, en ocasiones, tales reseñas pagan «compromiso» o «favor» amistoso y debido. En otros casos, (haberlos haylos) los autores de esas reseñas serán lectores entusiastas, lectores que, normalmente son también escritores, poetas o filólogos, los autores que volcarán su emocionada lectura. La lectura crítica será, en ambos nidos, una rara avis. Primarán los fines publicitarios, en las primeras, y lo emocional en las segundas, con el añadido en estas de que tal emoción se vestirá, con mayor o menor éxito, de erudición, verdad o ecuanimidad y distancia.

En todos estos casos, y como es tradicional, el texto de la reseña se muestra firmado por un autor. Dicha firma actúa como garantía de autoría. Es decir, mediante su firma el autor de la reseña proclama «Yo he leído este libro y estas son mis ideas al respecto. Que también he elaborado yo mismo». La firma, por tanto, es también un compromiso. Sin embargo, así no parece entenderlo Josefa Molina Rodríguez en su texto «Madurez poética», pretendida reseña sobre el libro de poemas «Música para un arjé», del poeta Antonio Arroyo Silva, publicada en el suplemento cultural El Perseguidor (11 de abril de 2021). Este texto abre con Josefa Molina Rodríguez parafraseando la contraportada del mencionado libro para, acto seguido, comenzar a relatar una conversación con el poeta del libro que pretende reseñar. En esta conversación, el poeta le habría confiado la valoración que el conocido crítico literario Jorge Rodríguez Padrón dio por escrito, privadamente. En otras palabras, la autora firma un texto que se pretende reseña sin ofrecer, en ningún momento, el resultado de su propia lectura. Ofrece, eso sí, y en primicia, las citas de una conversación privada que el autor del libro mantuvo con un reconocido crítico literario.

Desconozco si Jorge Rodríguez Padrón está al tanto de este hecho o si dio su consentimiento para el uso público de un intercambio epistolar privado. Lo cierto es que basta leer el texto de la «reseña» (algunos dirán que es una «crónica periodística») para darse cuenta de que las luces estaban apagadas y que la ética o la vergüenza «ya si eso… otro día y tal».

Hablar por hablar

Crítica a «La escritura de la crítica»

La escritura de la crítica es el título de la entrevista que Domingo-Luis Hernández, profesor titular de Literatura Española (Universidad de La Laguna), realiza a Victoriano Santana Sanjurjo, escritor, reseñador en diversos medios, profesor y doctorado en Filología Española por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, con motivo de la publicación de su último libro Soltadas 2 y, de paso, para hablar de crítica literaria. En dicha entrevista, Domingo-Luis Hernández valora el nuevo libro de Santana Sanjurjo como un libro en el que el autor persiste

«[…] en la pericia crítica que desplegó en la entrega anterior[…]»

Afirmando que se trata de una

« […]espléndida obra, sin duda una de las mejoras tareas de la crítica en Canarias[…]».

Como lectores, tendemos a confiar de manera casi natural en las palabras que leemos publicadas, sean entrevistas, artículos de opinión, ensayos o estudios. Confiamos en lo que dicen sus autores… al menos inicialmente. Esta confianza se irá luego ajustando a medida que avancemos con la lectura y vayamos conociendo el pie del que cojea el entrevistador, el entrevistado, o ambos. En esta entrevista, ya desde los dos primeros párrafos, esta nuestra espontánea confianza se diluye rápidamente, pues las afirmaciones del entrevistador sobre Victoriano Santana Sanjurjo, que poco menos lo elevan hasta el Olimpo de la crítica literaria en Canarias, se sitúan en las antípodas de lo que el entrevistado demuestra conocer.

Victoriano Santana Sanjurjo parece mirar hacia otro lado cuando elude responder directamente a la primera (y directísima) pregunta del entrevistador: «¿cómo definir la crítica literaria?» En su lugar, se entrega a divagaciones como las siguientes:

«Todo lector, por el mero hecho de serlo, posee la condición de crítico literario. Desde el instante mismo de la selección de lecturas, desde el momento de la aceptación de un título y el rechazo de otros (por supuesto, bajo sus propios parámetros) ya está asumiendo el rol de crítico.[…]»

«[…]Si además de elegir, se pronuncia públicamente sobre la elección, su función de crítico se afianza aún más, con independencia de la conexión que seamos capaces de mantener con su posición ante el título del que nos habla.[…]»

Eludir una respuesta directa nos da pistas acerca de nuestro interlocutor, de cómo es, de lo que verdaderamente sabe, o de ambas cosas al mismo tiempo. Podría indicarnos, por ejemplo, que a este le gusta regodearse o vagar por entre sus pensamientos —porque, esto, a su vez, y como leemos en la entrevista, le permite presentarse con un discurso engolado y afectado—. También, y sencillamente, que sus reflexiones sobre el tema acerca del que se le pregunta son superficiales… A veces, incluso, delata que nuestro interlocutor no sabe de lo que habla.

En este caso, las respuestas de Victoriano Santana Sanjurjo demuestran, como mínimo, que nada en un mar de confusiones y que no dispone de una idea propia y reconocible, con un mínimo de hondura, acerca de lo que es la crítica literaria. No de otra manera se explica que, siendo Victoriano Santana Sanjurjo doctor en Filología Española (además de reseñador), confunda la crítica literaria con una especie de condición que todo lector poseería por el mero hecho de serlo equivalente a ser crítico gastronómico por el mero hecho de ser capaz de comer—; y que afirme que la crítica literaria es una actividad que se consolida por la simple manifestación pública del título del libro que vamos a leer. Por si fuera poco, para completar tales sinsentidos, el doctor en Filología añade que la crítica literaria

«[…] vendría a ser la acción que empuja a un individuo a opinar sobre un texto […]»

En otras palabras, que la crítica literaria sería una acción que existe antes de sí misma.

Seamos tiquismiquis. La crítica literaria es aquel proceso de comprensión lectora cuyo objetivo es concretizar, oralmente o por escrito, el resultado elaborado de nuestro análisis, interpretación y valoración de una obra literaria, aportando argumentos que sostengan nuestra interpretación y valoración, además de ejemplos cuando sea posible. El crítico literario es aquella persona que, con el objetivo de concretizar una crítica literaria, elige un libro y lo lee críticamente, es decir, lo analiza, interpreta y valora. Con estas definiciones en mano, queda claro que saber leer es condición indispensable para poder escribir una crítica literaria y que el hábito lector —y, por extensión, la formación del crítico— ofrece la posibilidad de alcanzar una mayor hondura en nuestras lecturas y críticas.

De la misma manera, elegir y leer un libro y comunicar públicamente su título no es más que un acto de la voluntad del lector, destinado a satisfacer sus necesidades íntimas; y lo seguirá siendo, sin ir más allá, mientras el lector no lea con el objetivo previo de hacer crítica literaria. En resumen, que una cosa es ser crítico literario —leer un libro con el objetivo previo de hacer crítica literaria— y otra cosa muy distinta es elegir un libro y decirles a los demás que lo vamos a leer. Ambos son actos volitivos, sí; pero con fines distintos.

Dicho esto, queda claro también que la crítica literaria no es, ni puede ser, una «[…] acción que empuja a un individuo a opinar sobre un texto […]», como sostiene Victoriano Santana Sanjurjo. Muy al contrario, la crítica literaria es una decisión voluntaria, consciente, previa a un proceso de lectura analítica, interpretativa y valorativa, cuyo objetivo es materializarse oralmente o por escrito. De ahí que piense que Victoriano Santana Sanjurjo anda confundidísimo respecto a lo que es la crítica literaria —pareciendo incluso que no sabe lo que es— o que busque adular a los lectores; y que su práctica de una crítica de «convite», como él mismo la denomina, esa crítica reducida a lo que gusta —por tanto, crítica plácida y amigable— oculta deliberadamente a los lectores esa otra parte de la realidad literaria que él lee y que oculta porque no le ha gustado; pero que existe. Ocultación, esta, premeditada, por tanto, y que acaba por distorsionar la percepción de los lectores acerca del estado de la literatura en general, y de la literatura en Canarias en particular.

«Poemas de la isla y de mí», crítica a una traducción (y una práctica de edición)

A la publicación de Poemas de la isla y de mí (1908 – 1991) del autor madeirense João Carlos Abreu, editado para la colección Biblioteca Atlántica (Consejería de Educación, Universidad, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, 2019) y cuya traducción ejecutó Aquiles García Brito, se le debe reconocer la labor y el trabajo de publicar, por primera vez en español, a este autor portugués hasta ahora desconocido en nuestro idioma. No obstante, y tristemente como mostraré a lo largo de estas notas, la selección del “traductor” no fue ni oportuna ni acertada, ni parece haberse fundamentado en criterios profesionales.

A continuación, se expondrán solamente algunos de los errores encontrados entre las páginas 50 y 159 del libro.

En Poemas de la isla y de mí (1908 – 1991), edición bilingüe del Gobierno de Canarias con traducción de Aquiles García Brito, se identifican una serie de errores de edición y traducción que pueden resumirse en los siguientes: Errores de edición y Errores de traducción (o desconocimiento de la lengua portuguesa).

Errores de edición

En su “nota del traductor”, Aquiles García Brito afirma lo siguiente:

[…] Anecdóticos son aquellos en los que se presentan algunas posibles erratas, que no se han corregido en el original pero sí, lógicamente, en la traducción. […]

Esos casos “anecdóticos” no son otra cosa que erratas en el texto portugués que se dejan sin corregir, y que aparecen, como mínimo, en las páginas 84, 94, 102, 104, 108, 138, 154 (esta última con 5 erratas), para sumar un total de 11 erratas. Once erratas que fueron detectadas en el texto portugués pero que se decidió no corregir. ¿Por qué?

¿Cómo justificar una edición bilingüe con erratas en el texto original si resultan fácilmente corregibles si

A) el traductor conoce la lengua desde la que traduce y

B) el autor está vivo para consultar con él posibles dudas de caligrafía?

Ante una publicación con erratas que son absultamente evitable, me pregunto ¿si los editores y el propio traductor no desmerecen así la propia publicación de la obra (y a su autor), además de  la imagen y los recursos dedicados a la colección Biblioteca Atlántica? ¿Qué lleva al encargado de la traducción a no corregir tales erratas, cuando estas son absolutamente evitables? ¿Qué hace que los responsables de la edición acepten tales erratas?

Errores de traducción (o desconocimiento de la lengua portuguesa)

Igualmente en la “nota del traductor” se afirma lo siguiente:

[…] Además, como poeta que traduce a otro poeta, un alma gemela, he tenido muy en cuenta no perder ninguno de los elementos poéticos originales, bien fuera la metáfora o la imagen, el ritmo, la sonoridad o incluso la rima que se da en algún poema, adaptándolos, a su vez, a los de nuestra lírica, afectando positivamente a la traducción final […]

Sin entrar a valorar ese hacer literario de Aquiles García Brito quien afirma que su condicion de poeta, le otorga una comprensión y un saber hacer traductológico que garantizan una traducción de poesía bien hecha, así como “no perder ninguno de los elementos poéticos originales”, sí recordaremos aquí lo que ya debería saberse:

  • Escribir versos, “ser poeta”, no garantiza una buena labor traductora.
  • “Ser poeta”, de hecho, puede viciar y deformar una traducción.
  • Ser nativo de un idioma no garantiza ni una buena traducción, ni una buena revisión.
  • Es el conocimiento de la propia lengua y de la lengua desde la que se traduce, es la lectura, el análisis y el estudio del texto original, la identificación de su registro, sus coordenadas literarias, es la conformación de una interpretación aceptable coherente (dentro de un horizonte de posibles) del texto original lo que proporciona una guía mínima, para aspirar a una buena traducción; sin mencionar la necesaria experiencia reflexiva acerca de los procesos creativos, racionales y poéticos del texto literario.

Todo lo anterior demuestra desconocer Aquiles García Brito sin reparo, ni pudor.

En la traducción de «Poemas de la isla y de mí» se identifican varios ejemplos que

A) reducen la nota del traductor a un intento de grandilocuencia (que una lectura crítica identifica con facilidad)

B) y delatan graves carencias en lo que se refiere a traducción y conocimiento de lengua portuguesa.

ENCHER/HENCHIR

En el texto original puede leerse:

Fui apenas um pesadelo, mergulhei, por instantes, nas
madrugadas risonhas da minha infâcia:

Mientras que en la traducción:

Fui apenas una pesadilla, margullé, por un momento, en
las madrugadas alegres de mi niñez:

Otra vez, el que traduce decide ignorar gratuitamete las diferencias de registro entre «alegre» y «risonho» en portugués (existentes también en español) así como anular la voluntad del autor, Joao Carlos Abreu, que había elegido para sus versos «risonho» (risueño) en lugar de «alegre» (alegre, también en español). Aquiles García Brito decide unilateralmente, otra vez sin  sostén alguno en el contexto y las coordenadas del poema, aplanar el verso del poeta, traduciendo “risonho” por “alegre”.

NÃO SABERMOS/NO SABEMOS

Seguimos leyendo la nota del traductor:

[…]De igual forma, el original portugués se ha respetado en todos los casos, salvo en aquellos que, por imperativo, no se pudiera –muy pocos-.[…]

En esta ocasión la “nota del traductor” promete respetar el texto original, sin detallar su idea de lo que es ese respeto, y no ofrece detalles de esos casos o decisiones “imperativas” donde, elocuentemente, arriesgó en su traducción. Los errores detectados, sin embargo, desmienten tales casos imperativos y resalta, una vez más :

A) un claro desconocimiento de aspectos básicos de la lengua portuguesa,

B) una idea de traducción que no va más allá del uso de un diccionario y

C) resolver “al gusto” o aleatoriamente las cuestiones relativas a la traducción.

Así, en la siguiente estrofa:

Tenho pensado:
Cada Primavera traz-nos a certeza da vida.
O ridículo está em ti, em mim,
não sabermos construir uma casa flutuante,
com sol, lua e paisagem.

Que se ha traducido como:

He pensado:
Cada primavera nos trae la certeza de la vida.
El ridículo está en ti, en mí,
no sabemos construir una casa flotante,
con sol, luna y paisaje.


Aquí el respeto al original que predica el traductor se “ejemplifica” dando “no sabemos” por traducción correcta de “não sabermos”, estructura típica de la lengua portuguesa denominada “infinitivo pessoal” que indica subordinación y que, en español, se traduciría por estructuras del tipo “que no sabemos”, manteniendo así la subordinación del original.

Dicho de otro modo, donde el poeta portugués matiza, explica o ubica la causa que provoca el primer verso en ese desconocer cómo construir una “construir una casa flotante” -responsabilidad y culpa que recae sobre él mismo y una tercera persona-, Aquiles García Brito elimina de un plumazo ese matiz, injustificadamente… tras haber presumido en su nota del traductor de respeto hacia el texto original.

Conocer estas estructuras del portugués se asocia a un nivel C1, nivel mínimo exigible en conocimiento y práctica a cualquier responsable de una traducción. Nivel que este traductor no demuestra tener aquí.

DE BRANCO SE PINTOU/DE BLANCO PINTADA

Otro ejemplo del peculiar “respeto” que aplica Aquiles García Brito a este trabajo lo encontramos en el siguiente poema:

FUTURO

Sonhei que o mar ficou
sem sal
e a terra verde, de branco se pintou:
era uma ilha completamente
diferente,
povoada de esquimós,
com sinfonias de música, exaltando
a agonia do passado.


 

Aquí el poeta sueña con un mar vaciado de sal, sueña con una tierra que ha perdido su verde, una tierra que ha sido pintada de blanco. El poeta imagina una tierra diferente poblada ahora por esquimales, con sinfonías de músicas que exaltan la muerte lenta del pasado.

Mientra que Aquiles García Brito traduce de la siguiente manera:

FUTURO

Soñé que el mar se quedó
sin sal
y la tierra verde, de blanco pintada:
distinta,
poblada de esquimales,
con sinfonías de música, enalteciendo
la agonía del pasado.


Y al hacerlo así Aquiles García Brito vuelve a pasar la apisonadora de matices en “de branco se pintou”, al traducirlo “de blanco pintada”. En este caso se pasa por el forró las acciones que explicita el poeta en los versos para describir lo acontecido en su sueño, y ofrece (como válido) al lector la traducción “de blanco pintada”, caprichosamente, una acción muerta, ya acabada, adjetiva, y lejos de la intención y decisión del poeta madeirense. Donde el poeta enumera una serie de acciones que acontecieron en su sueño, el traductor elimina una de ellas.

NEM MAIS PONTO NEM MAIS VÍRGULA/NI MÁS PUNTO NI MÁS COMA

El poeta João Carlos Abreu en su libro:

Nem mais ponto,
nem mais vírugla.
Porque no ser-se
o que não se é,
conta tudo:

Y Aquiles García Brito traduce:

Ni más punto,
ni más coma.
Porque en el ser
lo que no se es,
cuenta todo:


Los versos “nem mais ponto, nem mais vírgula” corresponden en portugués a una frase hecha que, en español, corresponderían a un “y no se hable más esta todo dicho”, “y ni una palabra más esta todo dicho” o “y no se hable más, esta todo dicho”; incluso podría haberse optado por un “ni un punto ni una coma más”. 

Esta frase hecha y su traducción se enmarcan dentro de los conocimientos mínimos de lengua portuguesa, y de traducción, que se deberían exigir para encargar un proyecto como el de traducir para la Biblioteca Atlántica. El que traduce ignora todo lo anterior, y ofrece al español una frase empastada, extraña, franquestiniana en el contexto del poema.

Conclusión

A la vista de los errores anteriores y otros que abundan en la misma línea, la única conclusión posible que los explica es que Aquiles García Brito no disponía, en el momento de la traducción, de los suficientes conocimientos de lengua portuguesa y, por tanto, nada lo sugería como un candidato válido para traducir este libro, ateniéndonos a criterios de selección estrictamente de experiencia y profesionalidad.

También queda claro que Aquiles García Brito abordó la traducción sin informarse un mínimo acerca de la labor y cuestiones básicas de traducción, sin un mínimo de humildad, y que, a pesar de todo, se creyó capaz de traducir con éxito desde el portugués, probablemente animado (quiero pensar) por buenas intenciones y la engañosa cercanía lingüística entre as lenguas española y portuguesa.

Hoy, con la facilidad que ofrece Internet para buscar y contactar con traductores de portugués-español, y con la existencia en Canarias de dos facultades de traducción e interpretación, además de escuelas oficiales de idiomas y aulas de idiomas donde se enseña portugués, resulta difícil de entender la selección de Aquiles García Brito como traductor solvente para un proyecto de traducción.

Crítica literaria en Canarias: dos perspectivas

por Javier Hernández Fernández y Ubaldo Suárez Acosta.

(JHF) No existe crítica literaria en Canarias. No existe la crítica literaria de libros que se dedique con autonomía, independencia, coraje y compromiso al análisis y valoración de la obra literaria. Hay, sí, y en cantidad aceptable y con un cierto dinamismo, reseñas, antologías, ensayos literarios e investigación filológica. Pero no crítica de obra literaria. De todas estas “posibilidades críticas”, la reseña es nuestra gran oportunidad perdida. La reseña que leemos por estas latitudes se autolimita a satisfacer la función promocional de la obra y, habitualmente, el mercadeo de favores o la sencilla adoración del amigo. Se lee, sí, una intención metaliteraria, pero se evitan los juicios de valor y estéticos distintos del mero parabién. La función promocional y de felicitación gana tal dimensión que, como un festivo golem gigantesco, ensombrece y aplasta toda pretensión analítica. Y junto a este golem, el autor de la reseña acapara, frecuentemente, tal protagonismo que el libro, objeto, supuestamente, de sus palabras, queda relegado a un plano residual.

El ensayo literario y la investigación filológica sí arriesgan una valoración implícita (la elección del autor de su estudio, por ejemplo) pero ofrecen un perfil incompleto de la obra cuando silencian los naturales vaivenes creativos del autor. En lo que respecta a las antologías, tienden a evitar el compromiso y el riesgo valorativo explícito, eluden la propuesta teórica, la reflexión, la definición de sus porqués, identificar corrientes, estilos, cánones. No se asumen riesgos. Y, sin riesgo, ¿qué nos queda en Canarias de Literatura? Sin pensamiento crítico en Literatura, la Sociedad ahonda su enfermedad, su apatía, y condenamos al individuo a satisfacer la avaricia de los grandes grupos editoriales, al onanismo eterno. Y así, solo el lector, huérfano de alguien que le proponga ese diálogo reflexivo que es la crítica literaria, rodeado de un “qué bueno que es todo”, sospecha de la validez de su literatura más cercana, la rechaza. ¿Acaso lo reducido del territorio nos vuelve acomodaticios y serviciales? ¿Acaso evitamos el riesgo y la responsabilidad de la Literatura? …Algunos dicen “esto es un sitio pequeño, “aquí nos conocemos todos”, “no vale la pena enemistarse con nadie”; “yo también quiero que me publiquen”. Excusas. Instinto de conservación. Ensoñaciones. Falta de interés, falta de perspectiva para la literatura en Canarias.

(US) Al escribir de crítica literaria, nos referimos a la crítica publicada en la sección de Cultura (o similar) y en el suplemento homónimo en los periódicos del archipiélago. Dejaremos, para otra ocasión y por falta de espacio, los espacios en cadenas de televisión y emisoras de radio, aunque no se alejarían demasiado de las conclusiones de este análisis.

El juicio sobre una obra literaria puede terminar con un veredicto positivo u otro negativo. Lo que se publica en Canarias en los medios de comunicación no es crítica nunca, sino elogio, halago o agasajo hiperbolizados. Ya sea por ignorancia, por no herir sensibilidades, por amistad o por conformarse en ser mero soporte promocional, los juicios que se vierten carecen, por lo general, de valor crítico alguno. Por tanto, rompen el pacto de credibilidad que suscriben de manera implícita el autor o autora de la crítica o reseña y su público lector.

Hay otra variedad que no aspira a ser crítica en absoluto, sino que de entrada proclama su derecho a hacerse eco de o a saludar las novedades. El autor del artículo celebra con cierto alborozo la publicación de una obra. Sin embargo, eso tiene trampa: aun sin elogiarla de manera explícita, con la comunicación al gran público de que un libro ha salido a la venta, que es una manera de seleccionar ese libro entre muchos otros, se obtiene el mismo efecto. En estos tiempos en el que los mismos medios de comunicación ya no luchan por atraer lectores/as fieles sino a captar la atención el mayor tiempo posible, no nos podemos llevar a engaño de las verdaderas implicaciones de aquel saludo.

Excepciones aparte, la generalidad de la crítica literaria se basa en el presupuesto de que la literatura canaria (o hecha en Canarias) es frágil y necesita de constante apoyo, fomento y protección. De aquí se deduce que no está madura para recibir reproche alguno. Este presupuesto paternalista es a veces sincero, pero desencaminado, y en otras ocasiones sirve de mero disfraz del amiguismo o de la devolución de compromisos adquiridos, lo que resulta lamentable, como todo engaño.

Quien considere que la cultura canaria sufre de tal debilidad que hay evitarle toda crítica, debería tener en cuenta que la emulación forma parte del aprendizaje de cualquier escritora o escritor. Entronizar obras mediocres como la quintaesencia de la literatura supone confundir, aparte de mentir, no solo al público lector que acabará comprando y leyendo lo que no querría si hubiera estado bien aconsejado, sino a la/el aspirante a literata/o, que acabará tomando como modelos a autoras/es sin talento y copiando modos de escribir que mejor haría en rechazar. La supuesta protección no haría sino minar la cultura que se pretende proteger. Triste destino.