José Rafael Franco, primeras notas

Necesitamos referencias. Referencias desde las cuales poder abordar la realidad, el pasado y ese futuro que, por definición, no existe. Para el hoy de la literatura canaria, me parece fundamental recuperar la obra de aquellos poetas que escribieron en los 90 y que, por diversos motivos, no ha llegado a nosotros con intensidad, o como sería deseable. Y es que, al igual que el recién parido enfrenta una barranquera frenética de estímulos sensitivos, los jóvenes lectores de hoy quedan ciegos ante tanta “oferta lectora”, aunque no sea más que ocio vacío. Y si, además, recordamos que los planes de estudio perpetúan la enseñanza de la Literatura con lecturas ajenas a la lengua que vive el estudiante, la literatura canaria sigue como siempre, atrapada entre el desconocimiento de la mayoría y la publicidad sólo para ciertos autores oficiales, en muchos casos.

Sin embargo, en los años 90 hubo un grupo de poetas denominados “última generación del milenio”, “grupo poético de 1992” o “del redescubrimiento” que, aún hoy, siguen quedando muy cerca “del oído” del lector joven de hoy, con una expresión original. Entre ellos, José Rafael Franco (Gran Canaria 1961-1993), antologado por Antonio García Ysábal, es, a pesar de su fallecimiento prematuro y de su reducida obra conocida (Matemorfosis y Diario de naufragios) uno de los poetas que actualizaron la expresión poética canaria para el siglo 20. El muestrario de poemas que compartimos a continuación se lo debemos al estudioso (ya fallecido) Antonio García Ysábal, quien dio a conocer la obra del poeta en “La Nueva Poesía Canaria” (Verbum, 2001) y “Matemorfosis” (Colección San Borondón ISLA DE SOMBRAS, 2003); obra, esta última, de cuidadísima presentación, publicada tal cual la había preparado el autor.

En “Matemorfosis” leemos un verso que provoca en su expresión, un verso que junto a  poetas como Federico J. Silva y Pedro Flores da comienzo a un nuevo estadio en las letras canarias. En “Matemorfosis” el verso corto, intenso y enigmático por momentos, de corte narrativo, capaz de aflorar y decir, de provocar y conmover lejos de rimas y palabros retorcidos. Obra reducida, sin duda, la de José Rafael Franco, pero que deja una sensación de querer más, la curiosidad por saber hacia dónde habría transcurrido su camino literario.

No implores mi perdón
No me es dado contigo el poder de vivir
Pues la vida es corta
Y mi arte no espera
Y todas mis balas son estos papeles translúcidos
Ahora abro las cortinas de mi ser
para entenderte
Ese crimen por tanto prolongado
Y tenderte la mano del diálogo
Que imploras desde hace tanto

Comprende al fin que la ley es esta

Nos hemos demorado en la estancia del mal.


 ** ** **
En la arena
		TENDIDO al frente

Así se apalanca un cuerpo

		ESTOCADO
		
		Y dos orejas

** ** **
El amor es el lugar del excremento

Y habéis cambiado
Usureros
El sitio
por el producto

** ** **

Tierra de la mar infinita, bosque de lapas, éste, tu pueblo, quinientas mil caras repetidas que se vuelven a ver, que no pueden ver otro pueblo, cuya mirada es ajena y su mito repetido y prestado como las quinientas mil caras de memoria estampada; donde todo nada… la mar, golfo de tanta agua tragaste, nostalgia de piedra cuya agua se hizo nudo en la garganta, mirada de otro ajena a ti, cabo que te quiero cabo, ; oasis al revés, donde todo nada… la mar: tiempo es de dar al continente lo que es suyo, el mito arcádico, el sueño y la aventura de tantos robinsones con pasaje de vuelta, que no pudimos tragar sin devolverlos.

Federico J. Silva, primeras notas

Nada se acerca más al vacío que el poema. Pero incluso el más exiguo puede estar impregnado del éter poético y, al mismo tiempo, llegar azorado por los vientos del vértigo sentimentalista, el ahogo expresivo o la vanidad del autor, del verso por el verso rimado y los palabros. El poema, por sí solo, no produce luz; de la misma forma que una sensibilidad más desarrollada, honda o receptiva no hace al poeta… Es preciso un autoconocimiento de sí mismo, una cierta profundidad en las cargas bélicas; una conciencia estructurada y en orden o feliz o caóticamente consciente y con cierto estilo. Algo que decir… Es necesaria una mano capaz de señalar el lugar de las mareas que perpetran el asalto del poeta y lo nublan…

La poesía exige un compromiso personal, un reconocimiento de las propias limitaciones para que el verso no quede en tentativa, en lagrimeo o vanidad, que sea más que una línea de ojos pintarrajeada bajo la larga sombra del ego… De ahí que el poema sea, a veces, un espacio tridimensional habitado por nubes separadas entre sí y que el poeta, en ocasiones, no llega a unir en un nuevo ser, sueño, órgano, vómito o pesadilla, paisaje aprensible y real, al menos para el Otro… Los efectos de la poesía se sienten cuando la hay (igual que la materia oscura), cuando provoca en el lector, cuando es capaz de guiarlo hacia una experiencia hasta ese momento desconocida o velada… Y es en estas coordenadas, donde nada parece acercarse a una certeza, a una definición absoluta y radical (acomodaticia), donde cada individuo debe aceptar su parte de responsabilidad y libertad, y donde podemos conocer la poesía a través de Federico J. Silva (Gran Canaria, 1963).

Federico J. Silva es la voz poética más original (publicada hasta el momento y con obra personalísima) de la poesía canaria y que, aún en este recién comenzado siglo 21, se defiende perfectamente sobre un cuadrilátero. Sin duda, hay y habrá poetas jóvenes que sepan ponerla en aprietos (¡y es necesario que así sea!), pero no deja de ser la propuesta del grancanario una poética sólida, un diálogo constante con otras tradiciones y autores (vivos y muertos), además de (o sobre todo) con el lector y su lengua… todo un reto. Federico J. Silva no hace concesiones en sus poemas y exige complicidad y esfuerzo, sentido del humor ( tan necesario en los poetas); da una bofetada en sus primeras lecturas… Además, lejos de propuestas «facilistas» o de rápida sensibilidad, Federico J. Silva no duda en asumir sus armas (y riesgos) para usarlas y actualizarlas, mientras a horcajadas de una cuasiomnipresente fina ironía, derriba monstruos de la vieja dama polvorienta y la siempre joven tradición latinoamericana.

Sin duda, a los poemas de J. Silva se le puede señalar con rotundidad y crítica ese nivel de exigencia, las piruetas lingüísticas que comparte para llegar a la poesía; las «malas» maneras de un léxico acrobático (pero no superfluo) que parece no preocuparse en comunicar; el ser un «extremista» del lenguajePero, si se puede hacer, es porque hay fondo y porqués en todo ello; porque existe la novedad y la extrañeza en los poemas, un profundo distanciamiento de la sensiblería y de las romanticonas ideas, del elitismo, que otros se han empeñado en perpetuar sobre los poetas y la poesía. Ante todo, se intuye un trabajo de minero detrás de los versos, de ahí que los planteamientos de Federico J. Silva provoquen en varios direcciones, desde las más «técnicas» hasta las que afectan al lector y su lectura… Así, una muestra como un par de ojos:

Hijos de pauta

Sí
decididamente yo soy
yo soy un hombre que ha roto
más de un plato
que escupe para arriba sesenta
veces por segundo
que señala con el dedo
a quien esconde la piedra
y nos da la mano
a quien matar quiere dos pájaros
de un tiro

 ̶yo vivo en guerra con los hombres
y en paz contra mis entrañas ̶

he de morirme me moriré
de un ataque de víscceras quizá
solo y en mi sangre perfumado
pero no de asco
contemplándolos
los sintripas
los reversibles
los transferibles
los inercambiables
los que una prótesis tienen de pasión
con la etiqueta colgando
 ̶si no queda satisfecho le devolvemos
su dinero ̶
los del corazón de zarzuela
los que simulan llevar ruedas
pequeñas
en la bicicleta
los de hombreras en el alma
los cocodrilos sin conjuntivitis
los envasados en tetrabik al vacío
los inmunizadores sinmaculados
los hermeneutas inconvincentes
los hermenetuas neumatizados
los efervescentes artificiales
los inodoros
los incoloros
los insípidos
los freevolos sin alas
los que hay que ver
cada ver
cada vergüenza
cada cadáver


(de Sea de quien la mar no teme airada)
Con destinatario

yo miro tus ojos como se mira un índice
a ti			estoy destinado
aliterada clandestina de mis versos
amotinada en la bibliografía de mis versos
obstinada mente			tintinean
 ̶te quiero es la onomatopeya ̶ mis huesos
te quiero es la onomatopeya de mis huesos

sin ti
nada es
guillotina de los relojes
plenilunio sin retinas
tinieblas tinieblas

sin ti nieve soy
sin ti niebla soy
sin ti náufrago voy
patinadora de mi sangre

salvo tus ojos todo es ilusión


(de La luz que nos hiera) 

Crítica del juicio

sobre gustos hay demasiado
escrito
de gustibus non est disputandum
pero yo soy uno de esos
que siempre
preferiremos la mujer
que nos pise los ojos
que nos escupa las manos
especialmente las reincidentes




Historia autocrítica

hace unos siglos
para qué engañarnos
la habría arrastrado por los cabellos
como a una sabina
la hubiera raptado
la hubiera comprado
con catorce años de pastoreo
por tres o cuatro camellos permutado
pero oiga me alegro
pese a todo
de no poder
arrastrarla raptarla permutarla
comprarla
de que sea libre hasta
la desolación y la congoja
y de tener que escribirle estos poemas
tan feos como camellos
por ver como no sucumbe a mis deseos
civilizados

Espíritu olímpico

el sexo contigo es el único deporte
donde lo que me importa es participar"


"Un objeto sexual"

me mandaba a callar
 ̶come y calla ̶
entre sus muslos

sólo te soporto me repetía
cuando te tengo debajo
o con la boca llena

me gustas cuando callas
 ̶bilingüísmo d las ingles ̶
y estás como

(de A un amar adverso)

Paula Nogales, primeras notas

Has decidido salir de casa, de tu isla, del país quizás… El medio de transporte y la velocidad de llegada determinarán en gran medida el disfrute del trayecto, pero no únicamente. Si al partir no has decidido tu destino, no reconocerás el lugar que pises por primera vez y procurarás su posesión, hacerlo tuyo, señalar en él similitudes… tus nuevas referencias. Esta necesidad vital de dibujar nuestras coordenadas acontecen de igual manera en la literatura, pues nos permite contactar con otras perspectivas, datos y vivencias de este mundo y mundos pasados. Completar las nuestras.

En esta ocasión, las referencias de poesía canaria de los años 90 llegan con  Paula Nogales (Gran Canaria, 1966). Los poemas aquí presentes han sido seleccionados de la antología Última generación del milenio (Varios autores, 1998), libro en el cual se lee, sobre la poeta, lo siguiente, en boca del novelista Emilio González Déniz: «está empeñada –legítimo empeño– en gritar que es mujer, y lo hace con fuerza, siempre, aunque sus versos hablen a veces de los hombres». Al tiempo, el novelista destaca del poemario la tendencia de la poeta a mitificar lo cotidiano y a bajar lo mítico de su pedestal, en su poemario Manzanas son de Tántalo. Para este artículo, y tras la lectura de los poemas de la autora en Última generación del milenio, podemos decir que la de Paula es una poesía fluidos, de verso largo y fuerte naturaleza “oral”, pincelados con la palabra justa, sin estridencias. Se piensa a veces que se lee en un sueño, sobre la cadencia recreada tras los ojos de la poeta. Hay, también, una contención narrativa que deja intuir el temblor que los hizo aflorar.

¿Qué más podemos pedir, amor,
si no es esta complicidad culpable
que nos lleva a forzar el tiempo en palabras oscuras
que vestimos como niños en día de fiesta?
Sólo queda el usufructo de nuestros cuerpos,
blancas ovejas desvalidas que regalamos
con la rara alegría de quien ahoga una conciencia.

(de Contrarreloj)
Supongo que jamás se produjo el alto el fuego.
Aunque en algún momento debió de perderse
la dulce alegría de las hostilidades,
y aparecieron los rictus en las comisuras
de los combatientes,
veteranos en sus cuarteles de invierno;
los pactos vergonzantes,
la secreta claudicación de aquellos gloriosos batallones,
de aquellas ingenuas conjuras
que el tiempo cubrió de moho.

No más guerrillas fraternas. Soy francotiradora.
Parapetada en una azotea de soledad.
Ese hombre que pasa de largo
lleva en su frente la marca divina.
Lo sé bien: yo misma lo ungí hace un instante
con la metralla líquida del deseo.

( de Manzanas son de Tántalo )
A la sombra de Dafne no crecen sino ortigas.
Sobre el azul sin tacha del acantilado,
del borde mismo de la sima
de la espuma,
donde su pie de nieve no osó la pirueta
definitiva.

La sombra de Dafne acuna abrojos,
teje siempre entre sus ramas la misma ajena melodía.

No amasa pan.
No arregla sus cabellos
para el amante porfiado.
No regala ya más el fruto
de su vientre intacto.

Bajo el azul sin tacha del cielo eterno,
mirad la sombra estéril de Dafne,
como un fantasma tendido sobre la mala yerba.

( de Manzanas son de Tántalo )

Lo imprevisto, anotaciones sobre nuevos poetas canarios

Artículo escrito en el 23 de abril de 2013

Hong Kong, 8 de la mañana. Hen Li apaga su despertador y se dirige a la ventanas de su pequeño apartamento. Tras los cristales, observa el suave batir de las alas de un roja mariposa. Inmediatamente en Nueva York todas las alarmas se encienden; en breve, llegará una tremenda tempestad. Así es el efecto mariposa de la Teoría del Caos que explica cómo pequeños cambios pueden tener grandes consecuencias… Y así es que, de vez en cuando, tomamos conciencia de hechos, novedades, cambios con los que no habíamos contado; nos reconocemos ante lo imprevisto. Y lo imprevisto es cada cierto tiempo e, incluso, varias veces en un mismo año a pesar del espacio, el tiempo y nuestra caprichosa memoria. Y lo imprevisto es, hoy, el color de unas nuevas voces que confluyen juntos e independientes con voluntad de hacer y ser en la creación literaria.

Lo imprevisto son una mistura de jóvenes creadores (poetas, narradores, críticos literarios) que nos presenta el autor David María (La Gomera, 1985) en el artículo homónimo publicado el pasado 28 de abril, en Diario de avisos. Lo imprevisto son ellos y, como reconoce el autor, muchos más que aún no conoce ni ha leído. Lo imprevisto son esos autores que organizaron un pequeño recital en las aulas de la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna, el día 15 del presente mes pasado y, tal y como los presenta David María, un grupo de autores alejados de dogmas y manifiestos, conocedores de nuestra tradición literaria y con una buena nómina de narradores. Lo imprevisto no es un nuevo ismo de seguidores idólatras, sino una confluencia, una “reunión de existencias” donde los nuevos autores quieren un lugar para ellos y comienzan a construirlo, poco a poco, y en público.

Lo imprevisto son muchos y, entre ellos:

 Samir Delgado, David Guijosa, Acerina Cruz, Nisa Arce, Octavio Pineda, Daniel Romero Armas, Kenia Martín Padilla, Jesús G. Martín Perera, Iván Cabrera Cartaya, Yeray Barroso, Covadonga García Fierro, Daniel Bernal Suárez, Javier Mérida, Iván Morales Torres, Sergio Barreto, Ramiro Rosón, Benito Romero Rodríguez, Yapci Bienes, Javier Hernández Fernández, Inocencio Javier Hernández, Rubén Porto, Ayoze Suárez, Javier Izquierdo Reyes, Ardiel Rodríguez Batista, Fermín Domínguez, Elena Socas Plasencia, Javier Rivero Grandoso, Adrián Arvelo, Nuria López, Darío Hernández, Jorge Plaza, Eduardo García Montelongo, Carlos Cruz, Jacobo García, Álvaro Vento, Félix Abreu Delgado, Kateryn Lorenzo, Daniel María, Xosé Manuel García López, Alejandro Vera Barrios, Esperanza Cifuentes…

Lo imprevisto son también acciones como la creación del Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas, festival literario de Canarias integrado en el movimiento internacional World Poetry Movement, el blog de crítica literaria Mierda Perro, poesía canaria a punta de calima, la revista Nexo y Puzle de sombra, La Salamandra Ebria; las líneas editoriales Nectarina y las actividades desarrolladas en diversos locales de San Cruz de Tenerife. Y, sobre todo, en palabras de Daniel María, Lo imprevisto es ese medio digital, PapiruCUcus.com, “destinado a convertirse en una importante plataforma de difusión, así como el vientre de la acción cultural más underground… más arriesgada, decidida y lúcida. Lo imprevisto es un lugar de encuentro intergeneracional no aislado ni ensimismado, fruto, quizás, de unas islas con intenciones “no ombliguistas”  ; es un lugar sin residencia fija, aquí, en todas partes y, a la vez, en ninguna.

Lo imprevisto son ellos, sin duda, y muchos otros más aún desconocidos y, seguramente, en un escogido silencio (o casi).

Lo imprevisto: algunos poetas y sus poéticas:

YERAY BARROSO

Primero fue la intuición, luego fue la palabra. No recuerdo poema sin hormigueo que desconozca toda mi persona. A veces me pregunto si soy yo en mi propia poesía. A veces soy un extraño más ante lo escrito. Los versos me nacen de impulsos, los poemas de ráfagas. Primero puede ser una imagen, una palabra, un verso. Luego todo fluye automático. Cuando el primer verso reposa sobre la pantalla mi consciente no sabe qué vendrá luego. Sin embargo, el hormigueo que desconoce toda mi persona ya sabe todo el poema.

RAMIRO ROSÓN


La literatura, en su vertiente de creación poética, la que con más asiduidad cultivo, consiste para mí ante todo en una necesidad de expresión y una forma de conocimiento intuitivo. Lo primero, porque las facetas más ignoradas y subterráneas del yo salen a la superficie a través de la palabra poética, por vías que el lenguaje ordinario no sabe transitar; lo segundo, porque descubre zonas del universo que la mera razón no puede explorar. En mi trabajo creativo quisiera servirme de la poesía como de una llave que abriera las puertas de la percepción, ésas que si se depuraran, como dice William Blake, le mostrarían al hombre todo, el universo y su propio yo, tal como es: infinito.

DANIEL MARÍA

La escritura es un rastro que persigo, quizás un rastro de ceniza, como escribió la también poeta de Agulo Cesarina Bento. Recalco la ceniza porque mi escritura es un andar de muerto, un viaje hacia dentro, hacia mi nombre, es decir, hacia mí mismo, en constante compañía de mi espíritu, ese yo que no consigo abrazar, que se resiste. Mi literatura es la parte más íntima de mí y, sin embargo, consiento que los demás la descubran. La literatura canaria es la isla que dice «Soy la que soy».

COVADONGA GARCÍA FIERRO

Viajera en las entrañas de mi voz. El placer de la noche en su latido de miedo. El canto de un tambor afortunado. Los senos que me amamantan de tinta. La isla donde naufragan mis maldiciones. Un hall inquieto que siempre me recibe.

KENIA MARTÍN PADILLA

Una cascada de imágenes
levemente fusilada por un rayo de sol.
Cancela de sal, pitera tierna
blandiendo al mundo su caracolada
en el lento peregrinar de los siglos.

DANIEL BERNAL SUÁREZ

Concibo la poesía -y la literatura, por extensión- como ventanas o lienzos que presentan formas posibles del pensamiento o la imaginación y que articulan un puente de palabras entre nosotros y el mundo. Entiendo que el humilde cometido del autor es reconquistar un espacio de impureza para que en la palabra poética reverbere la aspiración legítima, aunque siempre truncada, de un discurso que se ofrezca como visión de la inalienable complejidad de lo real, con su carga de paradojas, antítesis y absurdos. La gestación del poema y su escritura son fases de una exploración que ansiara fundar en el vértigo una realización adánica, primigenia (cruzando, no obstante, todos los lenguajes posibles, convocando a todos los signos). Entregar, pues, en el poema, una astilla del asombro y la incertidumbre que comporta el ser.