Fauna literaria

Los bonobos (I)

Sin duda alguna, el bonobo es uno de los animales, junto con las cucarachas, que mejor representa con sus comportamientos y rituales a la mayoría de escritores canarios. Sí, poetas también. Los escritores en Canarias son juguetones y cariñosos, sociales y muy sociables en redes sociales, como los bonobos. A toda costa eluden el conflicto con artes diversas, incluso cuando alguna dignidad o valentía intelectual exigiría lo contrario, por aquello de aportar al desarrollo del pensamiento en la cultura y la sociedad donde escriben y publican, donde compran sus libros y los agasajan con premios y son invitados a participar en talleres, festivales y eventos diversos.

Entre estos bonobos literarios (lat. litterarum bonobo), los comportamientos a lo zorro y a la múa son las tácticas predilectas con las cuales algunos individuos satisfacen sus objetivos o ambiciones individuales. Y hablar de ambición para este grupo de bonobos, ya es exagerar. No obstante, si algún individuo muestra un carácter “innovador” y, por ejemplo, declama espontáneamente ideas o razonamientos (de algún brillo) ante el grupo o lanza abiertamente un tenique (o un pedazo de mierda) al aire, si bien que mal disimuladamente dirigido a los otros, esconderá luego la mano, ágil y rápidamente, por mucho que lo delaten miradas de desaprobación. Eso sí, antes de esconderla  se regodeará en la gracia, técnica y brillo de su gesto y palabras. En estas situaciones, y justo después de las miradas de desaprobación, aparece invariablemente la figura del “protector”, ese bonobo que siempre negará en su protegido otras intenciones distintas de las que este afirme, irguiéndose incluso como único intérprete válido de los gestos y palabras de su protegido.

Por lo tanto, según el protector, sería erróneo percibir algún afán violento o de violentar la paz social en la piedra que su defendido libera del yugo de su propia mano. Así, tirar la mierda y esconder la mano mientras se detiene el gesto grácil e inteligente del pensamiento creador, no será, por tanto, cosa distinta del primitivo gesto del juego: exhibicionista por definición y sin lugar para que se pueda hablar de cobardía. En otras palabras, la elocuencia de la piedra apenas buscaría recordar a los demás primates la diferente vitalidad, el destacado lugar dentro del grupo de aquel que ejecuta su lanzamiento; por otro lado, siempre humilde, desapegado, pues la mano se esconde rechazando todo protagonismo.

Parecen olvidar estos traviesos ejemplares que no son así diferentes al resto, ni siquiera a aquellos que más menosprecian. La piedra, la negación de sus intenciones (y de explicarlas o aclararlas), la actitud esquiva de su propia mano no es otra cosa que una manera más de llamar la atención con el pobre objetivo de conseguir un “quiéreme y acaríciame”. Y, como buenos bonobos, acabar follando unos con otros (virtualmente, al menos) para descargar tensiones y frustraciones, satisfaciendo de paso la propia vanidad.

Literatura y mediocridad – Notas I

De la Literatura, de la Poesía nos enseñan lo que quedó, los restos que sobrevivieron a la época de turno y a sus autores. Apenas se habla de los que obran el rescate, clasificación, estudio y promoción de los restos del naufragio; aquellas humanas personas que, de entre lo leído y hallado y exhumado o revendido seleccionaron, esto sí, esto no según sus gustos, criterios, deseos, vanidades o ignorancias y respetos, admiraciones. Se pasa de puntillas o se ignora, también, la relación entre las condiciones materiales y su mejora con la proliferación de poetas de menor graduación, de inferiores calidades. Tales condiciones materiales, son, de hecho, las que permiten esa otra realidad donde poetas de tercera (y hasta poetas mediocres) publiquen uno y dos y tres y hasta cuatro o cinco libros; y que sus poemas sean traducidos a otros idiomas y se reproduzcan en revistas y antologías internacionales.

«La conjura de los necios», en la ilustración Ignatius O’Reilly.

Son esas mismas condiciones materiales las que lubrican el acercamiento entre tales poetas y los “modernos curadores”, posibilitando que estos, a su vez, entre buenas voluntades, compadreos, comercios o trapicheos varios, operen encuentros internacionales de literatura que, apesar de la calidad de quién los organiza, logran invitar a poetas de verdad, entre otros, alumbrando una ”literaria operación de blanqueamiento” que beneficia, sobre todo, a la vanidad y aspiraciones del organizador.

Es grande la obviedad y no se tiene en cuenta, o no se habla de ello, parece… Todo es fruta, y la fruta se la reparten los monos, los simios, ya saben, bonobos, gorilas, chimpanzés, araguatos, ya saben, mandriles, macacos de cara roja, titís, aulladores y tamarinos. Todo es fruta. Y a veces hasta alguna zarigüeya y una rata topo se abren paso.