Encuentros improbables, I

… Entonces, respondió Almitra: Háblanos del Amor[1]

… Carlomagno luchó por esto, a Il Duce lo ataron de su coche despellejado como un oso y colgado cabeza abajo por esto[1]Del suicidio de Carlos S. queda, entre otras cosas, el recorte del artículo escrito por Juan José Millás, y una serie de palabras sobrerrayadas. El autor, ante su ansiedad mientras espera por Carlos S., cuenta para nosotros el número de lámparas y el número de letras y sílabas de ciertas expresiones. Nos confiesa, «debo obtener el mismo resultado. Si no, sucederá una catástrofe…». El artículo hace de marcador en «El profeta», de Khalil Gibran, que leo a ratos en el baño… Hacia el norte veo a dos hombres que alimentan a 45 palomas y las palomas deambulan en círculos rotos, desperdigadas en grupos de 8 o 10 como si estuvieran unidas por una cuerda giratoria y son las tres en punto… Un suicidio inverso podría ser la conclusión del artículo, pero es solo un pie de foto destacado en mayúsculas bajo la fotografía de Carlos S. Sin embargo, el poeta, traductor y crítico literario insiste en recordar el «cóctel» (las comillas son de J.J. Millás) y el color azulado que, al mezclarlo con el yogur, adquiere, y que toma Carlos S., como despedida… Vivir es un suicidio inverso, de once sílabas si no fuera más que un «largo abrazo»… Un suicidio marcando ahora el lugar del Amor…

… Durkheim concluyó que la tasa de suicidios en los países europeos se mantenía prácticamente constante, y que los «picos» correspondían con épocas de guerra o crisis económicas… Un suicidio marca el lugar de la más alta traición a todos y a todo, aunque habéis de saber que tengo un pájaro azul en el cerebro, por consiguiente… Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad, que el Amor os trillará para dejaros desnudos. Os cercenaré para liberaros de vuestras granzas. Os molerá para sacar a la luz vuestra blancura. Os amasará hasta que quedéis dúctiles. Y luego os colocará sobre el fuego para que podáis convertiros en el pan del festín de Dios3

En el aeropuerto. Estoy en un aeropuerto sin mujeres. «Un aeropuerto sin mujeres es un cementerio, un lugar desolado», me escribe R. Alzala. «El suicidio inverso de la Vida, del Amor», pienso… Cicerón lucho por esto, Jake LaMotta y Waslaw Nijinski, pero alguien nos robó la guitarra4J. Lobo Montenegro, se tumba en el suelo. Es la una y veinte de la noche y alonga una mirada a través de los cristales de la puerta corredera. En el patio dos gatos parecen turnarse para hacer sus nosequé, aunque se intuye que buscan el olor de su propio trasero en la maceta de las cebollas. Sting suena al fondo, y Pinocho sigue aún colgado por sus verdades, pegado y mellizo a su sombra. Sobresaliente entre unas hojas, el poeta, traductor y crítico literario escribe, busca unas penúltimas líneas para hablar del Amor aunque, una vez más, solo alcanza a reconocer la mirada que me acerca a este mundo.

Sin asidero posible. Escurridiza como ella, como tú, como esos cuerpos que busco, cuerpos que encuentro al acostarme y cuando despierto ya de noche sacudido por extraños temblores. Aquí soy una isla pequeña y desnuda, que ofrece, sin querer, la transmutación en creación y luz de la urdimbre que convulsiona la mirada… Dicho todo, y con todo lo que queda por decir… No hay que hacer ahora salvo desembalar… Y permanecer…

… Eppur si muove,Galileo Galilei.


[1]      «Críos en el cielo», poema de Charles Bukowski en traducción de Eduardo Iriarte Goñi; también las notas 4 y 5


[1]      «El profeta», de Khalil Gibran. También la nota 3.