Por afectación

POR AFECTACIÓN…

Por afectación a la fama y la etiqueta de “escritor”, “intelectual” o “poeta”, por afectación a la desidia (y bastante)… Se podrá decir esto y hacerlo deprisa al hablar de ciertos “escritores o poetas” —y perder, como yo, el tiempo en ello. Sin más se podrá señalar a sus pretenciosos textos y quedarse uno tan tranquilo —mentira, pues se crecen las incertidumbres, las bestias enervadas. Pero no nos encumbremos tampoco nosotros. Sobre ellos, sobre esos despreocupados por juntar letras sin más y sin tino, sobre sus letras de mil y un agasajos, premiadas, podremos decir “Llaneza, muchacho: no te encumbres; que toda afectación es mala” y, también, “Esos esdrújulos, esos palabros, ese espejo ¡redios! ¡A ver si lo limpiamos!”. Podremos decirlo, sin duda, pero después de enviar nuestro consejo “no pedido”, nada queda tras el pecho salvo una pertinente y coja inseguridad, un dolor, una cierta tristeza. Nos equivocaremos pocas o muchas veces, pero hablo aquí se esa profunda intuición desapegada que empuja con violencia a señalar “¡Eso no es Poesía! ¡Qué haces, por Eolo!… Pero no menos honesta será nuestra intención y honestidad para hacer frente a esas letras a la que se les nota el truco y, a las que como a las mentiras, se les coge antes que a un cojo, a pesar de su “fama”, las etiquetas, los reconocimientos y los parabienes. En el mejor de los casos, a tales escritores (hablemos en general) les ha podido el ímpetu y la ilusión… Con suerte, claro.

Parecía apuntar Cervantes con ese “Llaneza, muchacho” la tendencia que muestran determinadas personas —aquí, poetas, escritores, críticos literarios, intelectuales y muchas otras— para hablar de manera engoada y retorcida, para ubicar sin acierto una trombosis de referencias culturales con las que —entre otros recursos y por algún extraño vicio o creencia— quieren emular o significar elegancia, saber, trayectoria, hondura, precognición, conocimiento, élite… Nada más lejos de la realidad. Con suerte será aquello la muestra difusa de una intuición creativa, una, la que sea; pero con suerte y nada más… Y es así catastrófico que ellos mismos no lo sepan (triste, incluso; doloroso) pues se inflan de ciertos encumbres y pasarelas de premios, titulares varios mientras sabotean lo que, en muchos casos, en un deseo real de avanzar en las Letras… Catastrófico (y exagero, sin duda), como esos premios que no entienden la necesidad de poder declararse desiertos… Desierto es un cruel y bella palabra… Ya lo decía Lázaro Carreter, la afectación es ese “defecto que comete un escritor u orador cuando se aparta viciosamente de lo natural”. Pero ¿qué es lo natural en Poesía?… Sin meterse en coche de tres puertas, el diccionario de la RAE matiza, al respecto de la afectación, que esta es la “extravagancia presuntuosa en la manera de hablar” o que consiste en “poner demasiado estudio y cuidado en las palabras”… Afectación… ”bonita palabra. Lástima que medio larga…”, y lástima que eso de “poner demasiado estudio y cuidado en las palabras” tanto valga para los escritores entregados a las Letras —locos o no, vanidosos o no, obsesos por el saber y la Letra o no— como para los que solo quieren la fama, un sueldo, o la cabeza de sus ídolos hecha careta para ellos… Curioso… o no, pero ese tipo de “autores” haberlos haylos, autores que nada aportan al organismo literario, que pretenden (e insisten) en vestirse con el traje del rey desnudo, con la seda de la mona, con ese ropaje que creen brillante y que nada, sin embargo, resiste ante una lectura crítica, atenta y desapegada de famas… Ciertamente, hay casos que duelen… “Llaneza muchacho, no te encumbres”, eso me tengo que recordar ante semejantes “intelectuales” y “escritores”que tanto demuestran una inexplicable suerte en el ruedo (o red de contactos), como un débil conocimiento vivo y doloroso de esa “intuición”, de ese presentimiento que desarma y arrodilla… Por afectación; por falta de humildad, o debido a una vanidad sin correa que la ate en corto —aunque esté mal decirlo por mi parte… En el mejor de los casos, y con suerte, por exceso de ímpetu o inocencia…

            Y sin embargo, existen. Y está bien que así sea.

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