«El Encuentro», Notas.

Llevaba días sin llamar, pero no insistí. Sabía que alguien acababa de irse, que una nueva página quedó en blanco, o marcada en su punto y final. En algunos países cuando el cielo de invierno pasa, al anochecer, del azul nieve a los cálidos naranjas y amarillos, se dice que Papá Noel está horneando el pan y los dulces para la Navidad. Me gusta la Navidad, los viejos y los jóvenes nos reunimos y comemos y bebemos, nos abrazamos y todo son risas, y algunas carcasas. Pero la Navidad deja mucho que desear cuando

“hay poca diferencia entre esta noche y una noche cualquiera. Los mismos coches, los mismos atascos…”.

Pero también, en ocasiones, los seres humanos dejamos mucho que desear…

“El género humano es un bosque virgen cuyas cimas, misteriosamente entrelazadas por el aliento de mares inmensos, no cesan de provocar extenuantes escalofríos, vapores y tufos en su encuentro con el sol… Cada nueva generación de la humanidad es hija de esos fondos que acumulan la descomposición de los linajes innumerables que ahí descansan del devenir de la vida. Así es que los cuerpos de los difuntos, una vez la orquesta ha dejado de tocar para ellos, quedan reducidos a la nada, son barridos por las arenas del tiempo y condenados a pudrirse en el fondo de los mares”

Imagen poética, sin duda; vitalista, enérgica; el problema —pues se ha convertido en problema, casi una plaga— nace, crece, hiede, se reproduce e intenta perpetuarse, como legión hedionda, cuando los podridos y los miserables se esfuerzan por imponer sus mentiras, su infamia, su egoísmo y su ceguera como forma de vida absoluta y única. ¿Todos somos iguales…? No. La igualdad es una perversión política, una droga de las duras… somos de igual raza y tenemos derecho a los mismos derechos y libertades —pensamiento, este, muy occidental, todo hay que decirlo—; somos iguales, sí, en la estupidez potencial que está siempre al acecho, como la ballena de Jonás que, tras salir del agua y aprender a caminar, decide esperarnos en la sombra de cualquier esquina, tras un árbol; también iguales en la voluntad potencial que se encuentra, siempre, a nuestro alcance para, por ejemplo, ser más humanos, más solidarios, menos borregos, algo más sabios y responsables. Pensemos en la creatividad; la creatividad nos diferencia y nos “iguala” porque nos abre el mismo mundo de posibilidades, que cada cual combinará a su gusto y según sus inquietudes. Pero, sobre todo, y por encima de todo, más allá de humanos, somos mamíferos…

“Yo veo mamíferos. Mamíferos con nombres extrañísimos. Han olvidado que son mamíferos y se creen obispos, fontaneros, lecheros, diputados. ¿Diputados? Yo veo mamíferos. Policías, médicos, conserjes, profesores, sastres, cantautores. ¿Cantautores? Yo veo mamíferos. Alcaldes, camareros, oficinistas, aparejadores ¡Aparejadores! ¡Cómo puede creerse aparejador un mamífero! Miembros, sí, miembros, se creen miembros del comité central, del colegio oficial de médicos… académicos, reyes, coroneles. Yo veo mamíferos. Actrices, putas, asistentas, secretarias, directoras, lesbianas, puericultoras… La verdad, yo veo mamíferos”. 

O, como diría un buen amigo, aunque con otras palabras,

“Al final, todos vamos al baño y ensuciamos el papel de la misma manera”…

Por eso insisto, el vitalismo está muy bien pero se arriesga que lo usen a uno como carne de cañón, como excusa para cometer barbaries, para justificar injusticias, maltratos, mentiras y asesinatos. Si uno se deja llevar por las vísceras, por el miedo o el shock que dicen por ahí, la conciencia termina por avergonzarnos, la irresponsabilidad y el inmovilismo servil acaba pudriéndonos el corazón, el alma, el cuerpo entero y el de nuestros hijos… Yo no quiero vivir entre semejante podredumbre. Quiero evitarla que lo enmierde todo…

“La podredumbre. Más de uno se deshizo sin cruz ni túmulo bajo la lluvia, bajo el sol o expuesto al viento”…

Ya, pero el ser humano es así, lo sabes; y en situaciones de vida o muerte pocas veces se opta por dejarse matar de un solo tiro. No como ahora, en esta mal llamada democracia que, padeciendo cada vez más los temblores y escupitajos de una dictadura mal disfrazada, nos mata a todos, a ese 90 u 80 por ciento, lenta y dolorosamente de angustia e impotencia… Defender la democracia no es fácil, y su defensa nos empuja muchas veces a una cierta y pesada soledad, pero, creo, que esa soledad de puertas para adentro, soledad de la carne y del alama es necesaria para la reflexión y la duda, para la autocrítica…

“Las moscas zumbaban sobre aquella soledad como una cargada nube, como un halo de pesado hedor que dibujaba el cuerpo”

Pero siempre nos quedará la palabra…

“Dije hace un momento pasión, inteligencia, creatividad… Quería dar a entender — y perdona, querido lector, mi deformación profesoral— que lo único que podrá justificar la existencia y la voz del margen sigue siendo — después de tanto; y mira que se ha dicho— la desconfianza ante el uso de la razón, ante ese orden común que nos pone a todos en el sitio correspondiente”

No te diré que no, tampoco aquí. La razón es una droga que según quién nos hecha en la comida, como si fuéramos perros, o en la copa, traicionando nuestra confianza. Mira si no ese concepto de la “racionalización”. Cuando se racionaliza un servicio público para su mejor gestión, para el beneficio de todos los ciudadanos se usa, pérfidamente, lo que provoca en nuestra mente la palabra “racionalización”, que viene de “razonar”. Pero nada más lejos de la realidad, la racionalización de los servicios públicos o de cualquiera de los procesos que rigen las relaciones humanas y sociales, depende de quién la use, de quién la disponga e imponga, beneficia, en efecto, al conjunto de la sociedad, o, como ocurre ahora en España, a unos pocos, pero aún así demasiados, infames y miserables…

Y, a pesar de todo, todas las noches desde hace dos semanas, Orión sigue ahí, cerca de la luna ahora que llega el invierno, apuntando cada noche expectante, sin asomo de duda, al eterno Leviatán que dormita bajo la playa. A veces hace equilibrismo sobre tal o cual estrella, sobre los pechos de la materia negra, sobre la nada oscura más absoluta. A veces, parece incluso que está sol y que no importa. Él ocupa su lugar; hace lo que cree correcto y honesto. No importa; a pesar de todo,

“we march, from dear Lakonia… from sacred Sparta… we march”…