Literatura y mediocridad – Notas I

De la Literatura, de la Poesía nos enseñan lo que quedó, los restos que sobrevivieron a la época de turno y a sus autores. Apenas se habla de los que obran el rescate, clasificación, estudio y promoción de los restos del naufragio; aquellas humanas personas que, de entre lo leído y hallado y exhumado o revendido seleccionaron, esto sí, esto no según sus gustos, criterios, deseos, vanidades o ignorancias y respetos, admiraciones. Se pasa de puntillas o se ignora, también, la relación entre las condiciones materiales y su mejora con la proliferación de poetas de menor graduación, de inferiores calidades. Tales condiciones materiales, son, de hecho, las que permiten esa otra realidad donde poetas de tercera (y hasta poetas mediocres) publiquen uno y dos y tres y hasta cuatro o cinco libros; y que sus poemas sean traducidos a otros idiomas y se reproduzcan en revistas y antologías internacionales.

«La conjura de los necios», en la ilustración Ignatius O’Reilly.

Son esas mismas condiciones materiales las que lubrican el acercamiento entre tales poetas y los “modernos curadores”, posibilitando que estos, a su vez, entre buenas voluntades, compadreos, comercios o trapicheos varios, operen encuentros internacionales de literatura que, apesar de la calidad de quién los organiza, logran invitar a poetas de verdad, entre otros, alumbrando una ”literaria operación de blanqueamiento” que beneficia, sobre todo, a la vanidad y aspiraciones del organizador.

Es grande la obviedad y no se tiene en cuenta, o no se habla de ello, parece… Todo es fruta, y la fruta se la reparten los monos, los simios, ya saben, bonobos, gorilas, chimpanzés, araguatos, ya saben, mandriles, macacos de cara roja, titís, aulladores y tamarinos. Todo es fruta. Y a veces hasta alguna zarigüeya y una rata topo se abren paso.

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