Ser poeta en Canarias está mal visto

Ser poeta en Canarias está mal visto. Porque hay demasiados, abundantes como cucarachas. Pero, bueno, tampoco debemos extrañarnos. Nuestro clima y cultura lo permiten todo. Además, toda sociedad que se precie no puede permitirse tener poetas, sin más. Necesita “grandes poetas”. Ahora bien, un poeta no se puede autodenominar “gran poeta”, por aquello de la humildad y de un mínimo sentido del ridículo. Conscientes de esta acuciante necesidad, de vital importancia para la supervivencia de la literatura canaria, nuestros próceres culturales han dado un paso al frente para defender la grandeza de nuestras Letras. Esta, nuestra vanguardia social, ya saben, políticos adoradores de la cultura, periodistas culturales, reseñadores, presidentes de instituciones y revistas culturales, científicas y literarias, amén de algunos bienintencionados y enérgicos entusiastas de la Literatura, han decidido enfrentar las limitaciones que impone vilmente la metrópolis, bárbara, corrupta, caciquil y castradora. Para ello, han ideado la más eficaz de las estrategias. De hecho, hace ya unos años que la aplican, sigilosa y pacientemente, ocultos a la mirada de los perversos poderes hegemónicos. Gracias a ellos, la literatura canaria va recuperando, poco a poco, el altar que merece, su lugar en la Literatura Universal.

El procedimiento es sencillo y, por ello, elegante. Nadita más anteponen el adjetivo apócope “gran” (o “grandes”) al nombre del poeta que quieran promocionar. De esta manera, para al presentar a tales poetas dirán “Contaremos con la participación de Fulanito y Menganito, grandes poetas de nuestras letras” o “y nos acompañarán las grandes poetas Fulana y Mengana”. Este encomiable trabajo exigue, no obstante, que nuestros defensores realicen un pequeño sacrificio. Ahora, por el bien común, habrán de hacerse los suecos cuando les repliquen que esos a los que llama “grandes poetas” son poetas que no han tenido aún vida vivida como para conformar una gran obra; habrán de negar que se entregan al simple entusiasmo (o al puro afán promocional) cuando denominan “grandes poetas” a aquellos con poco o ningún talento, o a los que les falta trabajar ese talento en el tiempo. Habrán de esquivar a los inquisidores que les pregunten, impertinentes, qué voz acabada asoma ya, particular, suficiente y constante, además de novedosa y heterogénea en su contexto, en los versos de esos “grandes poetas”, cuando lo que se lee en sus versos son ideas distraídas, encantadas en las revuletas de sus formas, con sus espejismos sobre la página; sin ideas aún propias capaces de reelaborar la realidad.

Coitados nuestros salvadores. Exponen sus flaquezas, sus carencias, sus limitaciones, sus ansias de grandeza, su apatía intelectual (verdadero aplatanamiento), sus deseos sentirse parte activa e integrante de una gran tradición de grandes poetas, aún vivos, a las que arrimar sus nombres. ¡Acudamos en su ayuda! Gritemos: ¡En Canarias solo hay grandes poetas!

Hablar por hablar

Crítica a «La escritura de la crítica»

La escritura de la crítica es el título de la entrevista que Domingo-Luis Hernández, profesor titular de Literatura Española (Universidad de La Laguna), realiza a Victoriano Santana Sanjurjo, escritor, reseñador en diversos medios, profesor y doctorado en Filología Española por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, con motivo de la publicación de su último libro Soltadas 2 y, de paso, para hablar de crítica literaria. En dicha entrevista, Domingo-Luis Hernández valora el nuevo libro de Santana Sanjurjo como un libro en el que el autor persiste

«[…] en la pericia crítica que desplegó en la entrega anterior[…]»

Afirmando que se trata de una

« […]espléndida obra, sin duda una de las mejoras tareas de la crítica en Canarias[…]».

Como lectores, tendemos a confiar de manera casi natural en las palabras que leemos publicadas, sean entrevistas, artículos de opinión, ensayos o estudios. Confiamos en lo que dicen sus autores… al menos inicialmente. Esta confianza se irá luego ajustando a medida que avancemos con la lectura y vayamos conociendo el pie del que cojea el entrevistador, el entrevistado, o ambos. En esta entrevista, ya desde los dos primeros párrafos, esta nuestra espontánea confianza se diluye rápidamente, pues las afirmaciones del entrevistador sobre Victoriano Santana Sanjurjo, que poco menos lo elevan hasta el Olimpo de la crítica literaria en Canarias, se sitúan en las antípodas de lo que el entrevistado demuestra conocer.

Victoriano Santana Sanjurjo parece mirar hacia otro lado cuando elude responder directamente a la primera (y directísima) pregunta del entrevistador: «¿cómo definir la crítica literaria?» En su lugar, se entrega a divagaciones como las siguientes:

«Todo lector, por el mero hecho de serlo, posee la condición de crítico literario. Desde el instante mismo de la selección de lecturas, desde el momento de la aceptación de un título y el rechazo de otros (por supuesto, bajo sus propios parámetros) ya está asumiendo el rol de crítico.[…]»

«[…]Si además de elegir, se pronuncia públicamente sobre la elección, su función de crítico se afianza aún más, con independencia de la conexión que seamos capaces de mantener con su posición ante el título del que nos habla.[…]»

Eludir una respuesta directa nos da pistas acerca de nuestro interlocutor, de cómo es, de lo que verdaderamente sabe, o de ambas cosas al mismo tiempo. Podría indicarnos, por ejemplo, que a este le gusta regodearse o vagar por entre sus pensamientos —porque, esto, a su vez, y como leemos en la entrevista, le permite presentarse con un discurso engolado y afectado—. También, y sencillamente, que sus reflexiones sobre el tema acerca del que se le pregunta son superficiales… A veces, incluso, delata que nuestro interlocutor no sabe de lo que habla.

En este caso, las respuestas de Victoriano Santana Sanjurjo demuestran, como mínimo, que nada en un mar de confusiones y que no dispone de una idea propia y reconocible, con un mínimo de hondura, acerca de lo que es la crítica literaria. No de otra manera se explica que, siendo Victoriano Santana Sanjurjo doctor en Filología Española (además de reseñador), confunda la crítica literaria con una especie de condición que todo lector poseería por el mero hecho de serlo equivalente a ser crítico gastronómico por el mero hecho de ser capaz de comer—; y que afirme que la crítica literaria es una actividad que se consolida por la simple manifestación pública del título del libro que vamos a leer. Por si fuera poco, para completar tales sinsentidos, el doctor en Filología añade que la crítica literaria

«[…] vendría a ser la acción que empuja a un individuo a opinar sobre un texto […]»

En otras palabras, que la crítica literaria sería una acción que existe antes de sí misma.

Seamos tiquismiquis. La crítica literaria es aquel proceso de comprensión lectora cuyo objetivo es concretizar, oralmente o por escrito, el resultado elaborado de nuestro análisis, interpretación y valoración de una obra literaria, aportando argumentos que sostengan nuestra interpretación y valoración, además de ejemplos cuando sea posible. El crítico literario es aquella persona que, con el objetivo de concretizar una crítica literaria, elige un libro y lo lee críticamente, es decir, lo analiza, interpreta y valora. Con estas definiciones en mano, queda claro que saber leer es condición indispensable para poder escribir una crítica literaria y que el hábito lector —y, por extensión, la formación del crítico— ofrece la posibilidad de alcanzar una mayor hondura en nuestras lecturas y críticas.

De la misma manera, elegir y leer un libro y comunicar públicamente su título no es más que un acto de la voluntad del lector, destinado a satisfacer sus necesidades íntimas; y lo seguirá siendo, sin ir más allá, mientras el lector no lea con el objetivo previo de hacer crítica literaria. En resumen, que una cosa es ser crítico literario —leer un libro con el objetivo previo de hacer crítica literaria— y otra cosa muy distinta es elegir un libro y decirles a los demás que lo vamos a leer. Ambos son actos volitivos, sí; pero con fines distintos.

Dicho esto, queda claro también que la crítica literaria no es, ni puede ser, una «[…] acción que empuja a un individuo a opinar sobre un texto […]», como sostiene Victoriano Santana Sanjurjo. Muy al contrario, la crítica literaria es una decisión voluntaria, consciente, previa a un proceso de lectura analítica, interpretativa y valorativa, cuyo objetivo es materializarse oralmente o por escrito. De ahí que piense que Victoriano Santana Sanjurjo anda confundidísimo respecto a lo que es la crítica literaria —pareciendo incluso que no sabe lo que es— o que busque adular a los lectores; y que su práctica de una crítica de «convite», como él mismo la denomina, esa crítica reducida a lo que gusta —por tanto, crítica plácida y amigable— oculta deliberadamente a los lectores esa otra parte de la realidad literaria que él lee y que oculta porque no le ha gustado; pero que existe. Ocultación, esta, premeditada, por tanto, y que acaba por distorsionar la percepción de los lectores acerca del estado de la literatura en general, y de la literatura en Canarias en particular.

«La comedia sin dios», ¡nuevo libro!

La poesía es una de las formas del conocimiento y, en ella, los poemas materializan las ideas que la animan y ensanchan. “La comedia sin dios” reúne un conjunto de poemas que, tras 11 años de escritura y reflexión sobre la soledad, el cambio, el amor y el deseo, la muerte, el dolor y el miedo, ficcionalizan el resultado de tales reflexiones.

«La comedia sin dios» es este primer intento poético de señalar, sobre un mapa inacabable, unas coordenadas que pueda reconocer como propias.

Aquí algunos poemas:

Espacio inerte este cielo asediado
y encinto de cenizas. Las horas
ejecutan aquí su condena,
su poco vientre comerciando soledad.

Podría abandonarme ahora sobre un lecho
de algas, bajo bolsas de plástico blanco.
Y huirme

***
     

 
te miras en el cristal
de una ventana,
en el espejo o
en el retrovisor,
y allí te descubres.
Reconoces en ti
el temblor e intentas
esconderte. Sabes,
entonces, que no vas
a llorar, hoy no
repica desahogo,
y no vale la pena.
En este preciso
instante alguien posa
de nuevo los párpados
sobre tus ojos.

*** 

    
No sé qué luz es esta,
en este patio, a estas
cinco y media de la tarde.
No sé qué luz, pero ya
es sobre los faroles
de cobre, bajo las tejas
verdes, frente a la ropa
tendida que aún seca
por navidad.
Promesas, de paz y recuerdos,
que acompañan hoy dos medias
vidas separadas por unas sillas.

 
No sé qué luz es esta,
en este patio, a estas
cinco y media de la tarde.
No sé qué luz, pero ya
es sobre los faroles
de cobre, bajo las tejas
verdes, frente a la ropa
tendida que aún seca
por navidad.
Promesas, de paz y recuerdos,
que acompañan hoy dos medias
vidas separadas por unas sillas.
 

 
***
 

    
Puerto preñado. Son engendros
metálicos que lo habitan liberando
sus esporas, ruido en el aire para la luz
y cabezas sobre una arena negra
presa de negros luceros.

Útero extraño, el puerto.
Extraños los huesos quebrados
sobre aceite de motor y excrementos,
el llanto de máquinas sin memoria
ofrecido a seres enjaulados tras los cristales.
     

 
***
 

    
He sobrevivido a la lengua
que estrangulabas tras los dientes.
De esa misma lengua brotaron
todas las flores que masticamos juntos.</em>

***
 

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